jueves, 26 de agosto de 2010

Pensamientos Consumidos

El consumo, en cualquiera de sus acepciones, más allá de sociedades y culturas, forma parte de manera consciente o inconsciente, de la compleja naturaleza humana. Sin embargo, muchas veces el mismo, pierde su esencia natural para convertirse en un arma que se esgrime no ya para cubrir una necesidad física y real, sino algo más subjetivo e intangible. En este punto, delgada es la línea que puede empujar esta reflexión hacia un debate ya no sobre la mente humana sino hacia el campo de las ideologías políticas, así que de antemano hago una advertencia, no existe la intención hoy de invitar a la política, y no es nada personal.

Lo que ahora pretendo desnudar, es una verdad que a veces he tratado de no ver, a pesar de que la lógica grita y se desespera, en un intento de tener mi atención. Es lo que se refiere al consumo, no como actividad necesaria, sino más bien como actividad mecánica y autómata, que luego me intriga y sorprende, pues me resulta difícil entender como he adquirido o comprado algo sin estar seguro de ello, olvidando toda necesidad o razonamiento, dejándome llevar por el ocio y la pereza. Me refiero concretamente a esos momentos posteriores a una compra (pueden ser 32 segundos, 108 días o 3 años) en los que he cuestionado mi decisión, y no creo haber sido el único, encontrándome ante el siguiente acto rápidamente, el de encontrar en mi alma la razón, si es que la hubo, para al menos aprender del episodio.

No he concluido y ya soy consciente de la poca claridad y precisión de estas líneas, pero lamentablemente muchos pensamientos son así, opacos ante la luz del mundo y diáfanos en la oscuridad del alma, pues se sabe que están ahí, de eso no tengo duda.

Volviendo al consumo, me tomo la libertad de enunciar una pregunta: ¿Has sentido alguna vez la insatisfacción luego de una comida rápida en la calle respecto a la utilidad y bienestar que esperabas?, por supuesto no se tu respuesta, pero yo si puedo decir que continuamente he cuestionado mi decisión de comer algo poco sano y que en realidad no me devenga un placer gustativo extraordinario, y a pesar de eso, lo sigo haciendo. Es ello entonces lo que me lleva a cuestionar el origen de mis necesidades como ser humano, pues si las razones no son físicas y lógicas temo que sean mentales y psicológicas, viéndome en la imposibilidad de definir lo que mi cuerpo y alma necesitan verdaderamente.

¿Has comprado demasiada comida que luego no has podido humanamente comer? ¿Has comprado ropas que nunca has usado? ¿Has comprado libros que aún no has hojeado? ¿Has buscado comprar lo que ves en la realidad y no lo que ves en tu alma?.. Son éstas preguntas que igual me trato de hacer constantemente, porque la abundancia y lo material tienden a engañar fácilmente al corazón humano, y "no digo con esto que no haya que tener todo", "digo que todo lo que tengamos no debe ser más que el estado de conciencia donde sabemos que lo que nos llevamos y lo que dejamos en éste mundo no se puede tocar con las manos".

domingo, 22 de agosto de 2010

Tribunal Mental

Valorar las actuaciones personales introspectivamente con el fin de juzgarlas o no favorablemente es un ejercicio que en alguna ocasión he practicado, pareciéndome en algunos momentos inevitable, y en otros aún más serios, hasta un deber. Curioso es que constantemente y de manera inconsciente, suelo encontrarme en una situación en la que juzgo no sólo en base a mi contexto, sino que un mar de conocidos y amigos terminan formando parte de un mosaico que define relativamente valores y antivalores.

Ahora bien, juzgar es tan complicado que el hecho de hacerlo termina convirténdose precisamente en un acto digno de ser juzgado por nuestra conciencia. Por ello trato de evitar, que mis juicios de valor se aboquen en lo posible enteramente a otros, y más aún cuando en mí existe tanto por juzgar, y no digo nosotros, porque estaría juzgando.

Un prejuicio se percibe en el aire, es palpable a través de los sentidos, pero no es irrevocable, y es de hombres y mujeres elegir entre vivir bajo una suposición o experimentar el verdadero sabor de lo que es real, sea admirable o deplorable. Hablo sinceramente como alguien que ha tenido, tiene y tendrá prejuicios, pero que no cree en el carácter absoluto de los mismos, pues su existencia es efímera hasta contrastar con el plano de lo real. Sin embargo, el problema que percibo, es que muchas veces no es suficiente la intercepción entre lo que creemos y lo real para demostrar una verdad, y seguir el impulso de lo que vemos no es sencillo estando atados a verdades construidas más por automatismo que por raciocinio.

La objetividad no debe referirse aqui a la frialdad o a la imparcialidad, es más en este asunto saber reconocer lo que es digno de ser reconocido, más allá de lo que en principio creimos que era cierto o falso, o creimos percibir como bueno o malo.

sábado, 21 de agosto de 2010

Relativismo Mágico

Alrededor de los días, con el fluir del tiempo y el recorrido constante del espacio, los escenarios varían infinitamente, y ya nada de lo que ayer fué certero, hoy puede ser dado por sentado, y ya ningún acontecimiento en el pasado garantiza un éxito o fracaso en el presente, y ni hablemos del futuro.

En todo este contexto, amplio e inconmensurable, los límites de la imaginación se confunden aún más cuando hablamos de cada uno de nosotros como ser individual, porque sucede aqui que las perspectivas y puntos de vista se multiplican uno a uno proporcionalmente a cada ser, y puede que uno de ellos domine y otros sean dominados, pero las ideas y pensamientos nunca podrán ser suprimidos del todo. Aqui los prejuicios o ideas preconcebidas son un claro ejemplo, por más que resulten dolorosas al momento de admitirlos, pero al mismo tiempo desnudan en nosotros ese principio de libertad que poseemos de pensar e imaginar sin barreras, y eso es positivo, y por lo tanto, una situación relativa.

Ahora bien, esta es una duda, cuando hablo de nosotros, ¿de quién exactamente hablo? ¿me refiero a todos concretamente o en realidad hablo de todos excepto yo mismo, en un sublime intento de disimulada modestia?, porque usualmente es normal escuchar ese término de "nosotros" para señalar situaciones que engloban a a un grupo social y buscan definir una situación, pero quien la pronuncia cuida o al menos intenta disfrazar su afinidad con la idea y sobre todo, con la responsabilidad que ella trae consigo. La respuesta a ello ciertamente, no se haya en nadie absolutamente, porque en cuestiones de la mente podremos escuchar argumentos y doctrinas respecto a todo, pero siempre seran puntos de vista, originados en una mente.

La esencia de este espacio en el espacio, valga la cacofonía, es expresar ideas e inquietudes personales que sospechan ser generales, y que son conscientes de que pueden a un hombre o mujer sorprender, aburrir, inspirar, ofender, alegrar, entristecer, hacer dudar, causar náusea, hacer escribir, molestar, despertar, insultar, compender, confundir, guiar, desorientar, entre otros.. Porque al fin y al cabo, ningún efecto es seguro, y todo encierra la complejidad y parodia de ser relativo.