martes, 28 de diciembre de 2010

Mi país, Tu país, Nuestro país.

No diré nada nuevo si digo que en los últimos días nuestro país, Venezuela, ha vivido intensamente un cambio profundo en lo que a leyes se refiere, al menos sobre el papel, pues aún no hemos sido testigos de su verdadero efecto. Y a muchos duele, aunque a otros alegre y emocione, porque se siente en las instituciones afectadas que se pierde algo, un algo quizás no definible en una sola y absoluta palabra, porque resulta que es demasiado.

Mi perspectiva es la de un estudiante venezolano, como muchos lo son por estos días, y sin querer, de una manera inevitable, siento el dolor de la lanza que hiere a las Universidades públicas venezolanas, porque en una universidad pública he crecido, me he equivocado y he aprendido. Por lo tanto, lealtad a la institución universitaria es un mínimo deber.

Ahora bien, es cierto que existen dentro de la universidades públicas múltiples vicios sin los cuales éstas estarían mejor (me atrevo respetuosamente a decirlo, y no generalizo), pero la solución ciertamente no está en tergiversar la verdadera esencia de la universidad. Particularmente, me gusta escuchar a los profesores de mi universidad cuando hablan de los problemas de esta y del mismo país, porque nadie puede negar el vivo ejemplo que representan ellos del deterioro y descuido de las universidades, en lo cual gran parte de la culpa la tiene el Estado.

Entonces, ¿cuál ha sido la solución?: el Estado ha decidido entrar paulatinamente en las universidades venezolanas para "sanear" un problema que el mismo ha creado, lo cual contradice un poco mi lógica. Ojalá las leyes fuesen tan bonitas en la realidad como lo son en el papel, pues las reglas estarían claras y al menos sabriamos verdaderamente a que atenernos. Pero lo cierto es, que como estudiante o como venezolano, no estoy plenamente consciente de que he de esperar mañana.

Ante tanta zozobra, todos los venezolanos (no ya estudiantes, profesionales, amas de casa, buhoneros o jubilados) debemos luchar contra una inconsciencia histórica para crear dentro de nosotros un verdadero y objetivo sano juicio que nos permita ver lo que realmente ocurre en nuestro país (y no sólo porque nos afecta o no), y así exigir vehementemente un país mejor a cualquier gobierno.

Lo que hacen hoy los estudiantes es muy positivo para construir una verdadera democracia, y me enorgullece, más allá de los resultados, pero el verdadero camino está en que queramos ser mejores cada día no sólo por nosotros mismos, sino por todos a nuestro alrededor, es decir, por Venezuela, y por los que luego vendrán, porque aunque la situación hoy por hoy no es la más idónea, estoy seguro de que tenemos mucho que aprender de ella. Aprendamos hoy, para no equivocarnos mañana. ¡Fuerza Venezuela!.

Algunas palabras de un estudiante de Economía, Universidad de Carabobo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

La fiesta

Se escucha una música animada en la casa de al lado, un jueves en la noche, no se si es en vivo o es un disco, probablemente sea un disco, porque quien canta saluda a su público en inglés. No escucho a nadie tarareando las canciones, sólo el murmullo de animadas conversaciones, entre sonidos de copas y risas fingidas (lo siento, así se me presentó la primera risa que escuché), una voz femenina grita ¡Dale volumen! ante el comienzo de una cancción de moda, pero a decir verdad, hablando claro, en la cruda realidad ¿Quién soy yo para juzgar si rien falsamente o no?... ¿No seré yo más bien alguien dolido por no estar en esa fiesta? Lo digo porque me he prometido ser sincero conmigo mismo siempre, aunque no siempre sea posible (el alma humana goza aveces jugando el papel de víctima), y esa sinceridad es un atributo que nos llevará por caminos que verdaderamente queremos, que verdaderamente sentimos como nuestros, porque habremos hablado entonces con el corazón en la mano, y no con un plano de interéses bien estructurados. La fiesta se anima al parecer, sólo anhelo que la pasen bien sinceramente, sin caretas ni antifaces.