sábado, 17 de septiembre de 2011

Máscaras y Puñales

Desperté, como todos los días, con los primeros acordes de aquella vieja canción, puesta en vano todas las noches como alarma en el teléfono para intentar levantarme con los primeros rayos de sol, pero siempre es estéril, siempre es lo mismo, apago la alarma y aunque no siga durmiendo me niego a levantarme, sin un motivo convincente y suficiente para salir con prisa a la vida.

Sospecho que esa pereza de salir a la vida proviene del asco y aburrimiento que producen a menudo las máscaras y los puñales que abundan en este mundo. Pero por otro lado soy injusto y lo sé ahora que me levanté, pues no suelo contemplar al despertar, cuando los sueños y las realidades empiezan a ser distinguidas con mediana claridad, el anhelo perenne en mi alma de encontrarme en el mundo con sonrisas y caricias sinceras, espontáneas e inesperadas, como sólo pueden llegar, porque sé que existen, las he visto y las he sentido.

No puedo culpar a la canción, y mucho menos puedo culpar al mundo, ya que quiera o no, soy parte de él, y como todos sí, he usado máscaras y he clavado puñales por costumbre; costumbres vacías sin placer que me aburren y que por eso quiero olvidar.

El problema entonces no está, ni en la máscara ni en el puñal, que siempre existirán, sino en la elección propia de qué ver y para qué vivir, y buenas razones sobran en el mundo para despertar y levantarse sin dudar.

Porque el verdadero dolor no está en el engaño de la máscara ni en la herida causada por el puñal, sino en el olvido de dormir por siempre y no saber lo que es despertar, lo que es sentir, lo que es vivir.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sequía

"Comienza a escribir antes de que deje de llover" sugirió Adriana alegremente mientras saltaba de pronto de la cama.

Entonces Sebastian no pudo evitar sentir repulsión por aquella mujer, aún cuando recién salían del amor, pues si algo no soportaba, era la presión. Intentó pues, contestar laconicamente, pero no pudo evitar dejar escapar entre sus palabras un dejo de rabia: "¿Qué carajo tiene que ver que llueva?... (sabía que el "carajo" había sido punzante, como siempre lo es)

Adriana seguía de pie, y contemplaba la lluvia con la frente apoyada en el frío y sucio vidrio de la única ventana en aquel cuarto, como una niña que se quedó sin ir al parque en la tarde por culpa del agua, y al oir las palabras de Sebastian rió con desprecio, a la par que decía más para sí misma que para el otro: "¡Olvídalo!... No tiene en realidad importancia, y si no lo captas es porque lo nuestro sólo fue un momento, y así se quedará".

La mejor respuesta que Sebastian pudo encontrar fue encender un cigarrillo, en medio de aquel monólogo del cielo, una verborrea de agua que no paraba desde las tres de la tarde.

"Lo que te dije sobre escribir fue sólo porque pensé que escribías realmente... Te creí ayer cuando lo dijiste en el bar" intervino Adriana una vez más sin mirar a Sebastian.

A lo que Sebastian, recostado cómodamente en la cama, no pudo ya ocultar su desprecio y mal humor: "Obviamente nunca has escrito y no sabes nada al respecto, así que por favor mujer, no hables por hablar que me jodes la vida".

Adriana volvió a reir irónicamente y esta vez si despegó su frente de la ventana para encontrarse con la mirada compulsiva y vacía del otro, y sin prisa ni rabia contestó: "Jodida tienes tu ya la vida, porque dices que escribes, y obviamente no sientes, sólo sabes que llueve y no notas que lloro, y aún yo, ingenua, o quizás tonta, intento rescatarte, pero sólo me sirve para errar de nuevo, y saber que estoy sola".

Sebastian, abiertos los ojos como platos exclamó: "No joda loca, vete a la mierda".

Adriana, ya desde el umbral de aquel cuarto, pausadamente respondió, y esta vez las palabras no fueron para ella, sino para otro: "Tranquilo, hace tiempo que ya te mandé yo primero al carajo".

sábado, 3 de septiembre de 2011

Tributo a un Sabio

No he escuchado una palabra,
y ya estoy aturdido,
pues en la quietud de la oscuridad,
tus latidos delatan tu perversidad.

Te oigo venir, sigiloso y desentendido,
de la realidad mundana y de los convencionalismos lingüísticos,
porque tu nombre es formal,
sólo para explicar tu naturaleza surreal.

No es cuestión de experiencia,
mucho menos de fe,
pero a veces tu presencia,
sencillamente me desorienta,
y no sé donde estoy,
ni me preguntes hacia donde voy,
porque bien sabes la respuesta,
que natural e ingenua,
se delata con mi pasión inexperta.

Sé bien que quisieras torturarme,
pero eso quisieras si me despreciaras,
porque tu mística naturaleza,
no posee en realidad pies ni cabeza,
dejando abierta la posibilidad,
a la más sutil relatividad.

En ti he conocido sentimientos,
y en ti he encontrado verdades,
por imposición de la vida,
o por azares del destino,
más lo cierto es que a lo largo del camino,
todo acaba siendo relativo.

Te contemplo y aprendo,
porque en ti me veo a mi mismo,
y el universo que encuentro,
acaba por ser infinito,
no siendo ello un problema o dilema,
al contrario, es un alivio,
pues saber que nunca estaré satisfecho,
me hará siempre volver a tu lado a preguntarte,
a absorber tu sabiduría,
eterna y bendita.

Y después de todo,
probablemente mis días terminen junto a ti,
y entonces no estaré sólo, no,
me acompañará “El Silencio”.