miércoles, 5 de noviembre de 2014

La espera

"El desorden de escribir en varios lugares a la vez" lo llamaba a veces, movido por cierto sentimiento vanidoso que lo hacía sentirse un poco más escritor, un poco más interesante, un poco menos aburrido y un poco más vivo, aunque muy en el fondo supiera Eugenio que se engañaba a sí mismo, pues nadie es capaz de escribir con claridad y coherencia en tantos lugares a la vez, ni siquiera los verdaderos escritores, esos que viven de escribir, y eso Eugenio lo sabía bien, pero optaba por ignorarlo.

Todo comenzaba en la acumulación paciente y paulatina de nuevas libretas para escribir adquiridas en cualquier lugar, desde un tugurio hasta la feria de libros más pomposa y refinada del país, dónde Eugenio se justificaba mediante la idea de que adquiría esos lienzos de papel como provisión necesaria ante febriles días y noches que no tardarían en llegar en los que él escribiría sin descanso, inspirado por su divina musa literaria, a quién se entregaría tarde o temprano sin remedio (aquí solía emplear un tono algo trágico y vanidoso), y así plasmaría ideas brillantes de provecho para la humanidad... y todo ello lo sentía Eugenio como su ineludible destino.

Eugenio soñaba, soñaba mucho, pero la verdad es que le hacía falta un poco de constancia en sus determinaciones, y esa era su constante tortura, no hallar la manera de autodeterminarse, no encontrar la manera de escribir esas grandes cosas a las que estaba predestinado, y así sentía frustración con cada página en blanco, con cada libreta comenzada y dejada a medias, pero esto quizá ya lo he contado.

Al respecto de esto, hay otra razón que justifica el número de libretas que mantenía Eugenio al mismo tiempo, y era su ritual (si así podemos llamarlo) de comenzar una nueva libreta a la par de comenzar dentro de su conciencia y alma un nuevo ciclo como gran hombre creador que se consideraba, y de ahí que tuviera al mismo tiempo tantos lugares dónde escribir, tantas libretas con ansiedad de tinta, y más que nada, tantos ciclos de gran hombre creador sin cerrar (si es que alguna vez los comenzó), abiertos en el tiempo y en el papel ante la obvia indecencia de cada libreta comenzada y dejada a medias al poco tiempo con sus últimas fechas que hoy son de meses atrás, y a veces hasta años, olvidadas las razones (y engañado el falso orgullo), pero en el fondo, Eugenio lo sabe, Eugenio sabe que no puede engañarse a sí mismo en el desdén que demuestra por las promesas hechas en el pasado con tanto fervor, y en lo más hondo de su corazón sabe que tarde o temprano sus demonios aparecerán, y le van a contar cuatro verdades en la cara, porque hay demonios sinceros, aunque no parezcan serlo, y le dirán:

_ ¿Qué has hecho con tanto papel y tiempo Eugenio?

_ ¿Dónde están tus ideas de gran hombre creador?

_ ¿Dónde quedaron tus promesas de ser un mejor hombre?

_ Y no temas Eugenio, que no venimos por ti, tú hace tiempo que te abandonaste a nuestros deseos...

Pero no os alarméis estimados lectores, Eugenio todavía es joven, y le queda un largo camino por recorrer, de la mano de mucha tinta, presente y futura, y esa no envejece con tanta facilidad, más pronto que tarde clamará exultante su lugar.

domingo, 24 de agosto de 2014

Lugares

Algunos lugares nos atrapan desde un primer momento, sin aviso ni explicación alguna, simplemente nos atrapan en su espacio sin mediar palabra, o más bien sin mediar fenómeno, pues, ¿cómo podría pronunciar palabra alguna un lugar? ¿o es que sí pueden hablar los lugares? Sinceramente no me atrevo a responder esa pregunta, pero si tuviera que hacerlo diría que los lugares nos hablan a través de fenómenos, sin mediar palabra.

miércoles, 21 de mayo de 2014

El Gran Romano

Abre sus múltiples bocas, desde muy temprano, y comienza a tragar, traga gente sin parar, y temprano también, aunque sólo un poco menos (menos temprano), comienza a vomitar la misma gente que hace poco se ha tragado, gente de todas las edades, tamaños y creencias, el gran romano no distingue, todos son tragados y vomitados de acuerdo a su tiempo, no al de sus víctimas, porque sólo el gran romano puede recorrer esos caminos que le permiten tragar y vomitar a placer.

Sin saberlo, los caraqueños y visitantes eventuales (como yo) son tragados y vomitados en silencio, sin novedad aparente, en una calma consuetudinaria, una cuestión del día a día.

¿Nunca se sacia el gran romano?

¿Su hambre y apetito no tienen límites?

¿O es una cuestión de nosotros querer ser tragados y vomitados constantemente?

Quizá... de todo puede haber; lo cierto es que el Metro de Caracas es un gran romano, en cuyas vísceras se puede ver de todo, y sobre todo, aprender de todo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Génesis

Génesis, te escribo con dolor, sabiendo que ni hoy ni nunca leerás estas líneas de la única manera que conozco, pero aún así, te las escribo, porque tengo la fe inquebrantable de que estas palabras te llegarán.

Tuve el placer de conocerte Génesis, a través de amigos, de grandes amigos míos. Entonces entenderás que aún sin conocerte mucho, sé que fuiste una gran amiga, una gran persona, una gran mujer, lo sé por mis amigos, gente que quiero y que hoy lloran por ti, lloran por tu partida, injusta y cruel, que no logro ni quiero entender, me faltan fuerzas para hacerlo... mi corazón se acelera de impotencia y mi alma se deshace en indignación.

Pero reúno fuerzas y escribo, escribo porque hoy me hiciste recordar Génesis, me hiciste recordar tres momentos de mi vida.

Me hiciste recordar ese juego de fútbol entre panas, hombres y mujeres. Cumplía años un gran amigo en común y ahí nos reunimos, en medio de una cancha, caída ya una noche de septiembre, por más de dos horas a jugar, a disfrutar la vida, a reír y bromear sobre todo, y tú Génesis, tú estabas ahí, incluso recuerdo que hasta un gol marcaste, y sé que en ese instante fuiste feliz.

También me hiciste recordar ese domingo por la tarde, uno más de esos que he pasado todo el día en mi casa, cuando otro gran amigo nuestro me llamó para decirme que me llevaría una película, tenía días prometiéndomela, era "Watchmen" por cierto. Eran cerca de las seis de la tarde cuando salí a su encuentro en la calle que da frente a mi casa, iba en un carro rojo, pero no iba solo, pues iban todos los asientos ocupados, y hasta apretados se veían, pero si algo recuerdo es una cosa, iban todos felices, con una sonrisa sincera cada uno, disfrutando aquella tarde de domingo tranquila y fresca, un simple pero gran placer, y tú Génesis, tú estabas ahí, y sé que en ese instante también fuiste feliz.

Pero sobre todo me hiciste recordar Génesis, el día en que te conocí, y te sorprenderás de que por azares del destino hasta la fecha recuerdo, fue el domingo 2 de enero del año 2011. Éramos un grupo grande, dispuestos a aprovechar ese primer domingo del año en la playa, pero no en cualquiera, por eso nos levantamos temprano y nos pusimos en camino, en varios carros y en caravana, pues el destino final era el gran Cayo Sombrero en el Parque Morrocoy, orgullo de nuestra gran Venezuela. Entre varias paradas y el tráfico llegamos finalmente a eso de las once de la mañana, colocamos todo en su sitio y nos dispusimos a disfrutar de aquel paraíso caribeño. Algunos se lanzaron al mar inmediatamente, otros sacaban fotos y otros se preocupaban ya por la comida y las bebidas, cuando al poco tiempo, no habrían pasado ni dos horas, comenzó a pegar una brisa que levantó toldos y sombrillas en la isla, y luego comenzó a llover, de una manera que picaba, con el agua cayendo de una forma casi horizontal y la arena levantándose bruscamente. Tuvimos que llamar al peñero antes de tiempo e irnos de la isla, lo recuerdo porque fui yo el que llamó, y porque bueno, nunca había durado tan poco tiempo en una playa. De regreso ya, la última parada fue por unas cocadas en Agua Salobre, antes de emprender el regreso a casa, y recuerdo Génesis, y esto francamente me impresiona hoy, una imagen, tú en el carro de adelante, recibiendo una cocada, porque tú estabas ahí, y sin siquiera haber cruzado contigo una palabra aquel buen día hoy puedo apostar a que en ese instante, sí, fuiste feliz.

Discúlpame que recuerde tanto Génesis, pero todo esto, todas estas imágenes que dan vueltas en mi cabeza son fotografías idílicas que nunca olvidaré, y solo hice mención a ellas para recordarte que estuviste ahí, en momentos felices de mi vida y la de muchos, y particularmente debo decirte que fue un honor. Me quedaré con esas tres imágenes y te recordaré así, como una mujer feliz, no puedo hacerlo de otra manera con alguien tan alegre y positiva para este mundo y que se nos va de una manera tan siniestra... y tengo fe Génesis Carmona, tengo fe de que el universo y la Providencia pondrán las cosas en su justo lugar.


Con sinceridad, desde el corazón de un conocido de la vida

Hamid

lunes, 3 de febrero de 2014

Realidades

Buscaba realidades, era adicto a ellas. Por ello conservaba en su casa montones incontables de cualquier tipo de prensa que hablase de sucesos. Revistas y periódicos, diarios y semanarios, libros  y suplementos, todos apilados unos sobre otros en un orden totalmente aleatorio y eventual, o más bien cabría decir en un desorden espacial con lógica temporal, pues tal y como habían llegado esas hojas de papel a sus manos y ojos terminaban disponiéndose en algún oscuro rincón luego de las frenéticas y excitantes lecturas, porque no, no podía siquiera concebir la idea de deshacerse de ellas, no, no se puede mandar a la basura semejante realidad con tanta ligereza. Debía conservarla, debía ser su guardián, y no era algo que creía, era algo que simplemente sabía.

Gregorio Mujica era un hombre entrado ya en sus cuarenta, vivía solo, en una acomodada pero antigua (o viceversa si prefieren) urbanización donde quedaba la vieja casa que había heredado de sus abuelos paternos, y nada amaba más hacer en sus días y horas fuera de los tribunales de la ciudad que leer, acumular, releer y custodiar primero cientos y luego miles de noticias de sucesos recortadas o encajadas en los más diversos medios impresos de la región y el país. 

Así, pasaba noches y madrugadas enteras paseando sus ávidos ojos entre víctimas y presuntos homicidas (porque uno nunca sabe, solía decirse en silencio), entre corruptos y filántropos, entre culpables e inocentes, pero sobre todo, como a Gregorio le gustaba llamarles, entre realidades.

sábado, 25 de enero de 2014

Siempre es hoy

Despertó con el sol en la cara, de la misma manera que lo había venido haciendo en los últimos días, o valdría mejor decir en los últimos meses, desde aquel día en el que vagando por el mar había encontrado ese lugar, escondido entre la costa, entre piedras gigantes, de millones de años imaginaba, escoltando a ese mágico y fantástico espacio, en medio del mundo, a la orilla del mar, ese mar que al final es uno solo, único y profundo, sabio y legendario.

No hay mejor manera de despertar que hacerlo ante la cálida y fresca presencia del mar, o al menos eso pensaba Patricia en ese momento, en ese lugar, como le gustaba decir: "ahora y aquí", "ahora y aquí soy feliz" se había dicho más de una vez en los últimos tiempos, algo que consideraba una buena y sincera filosofía, sincera sobre todo. Pensaba en muchas cosas, y en ninguna a la vez, pues con el mar ante ella todo parecía efímero, ligero, con aquel viento que llegaba desde el corazón de los océanos, y nada era entonces tan grande como para no poderse lograr, o tan pequeño como para poderse con desdén ignorar.

¿Qué es la libertad sino saber vivir el aquí y el ahora?, pues no hay nada más aparte de ello en un instante, en un simple y sencillo instante que se extingue solo de una manera: siendo vivido, porque es a través de la vivencia que se interpreta realmente, ni por cuentos ni por historias, sino por las propias vivencias que llegan con los días, con las horas y con la vida misma.

Patricia nunca olvidaría aquel día en especial, bañada de sol, ahumada de mar, con las manos enterradas en la arena por las olas moribundas, al igual que sus tobillos, posados en dos pequeñas montañitas que no duran mucho, pero que ciertamente duraron lo que tenían que durar, un instante, un momento, pero uno de esos que por su grandeza dio paso a algo más grande, la eternidad.