miércoles, 19 de febrero de 2014

Génesis

Génesis, te escribo con dolor, sabiendo que ni hoy ni nunca leerás estas líneas de la única manera que conozco, pero aún así, te las escribo, porque tengo la fe inquebrantable de que estas palabras te llegarán.

Tuve el placer de conocerte Génesis, a través de amigos, de grandes amigos míos. Entonces entenderás que aún sin conocerte mucho, sé que fuiste una gran amiga, una gran persona, una gran mujer, lo sé por mis amigos, gente que quiero y que hoy lloran por ti, lloran por tu partida, injusta y cruel, que no logro ni quiero entender, me faltan fuerzas para hacerlo... mi corazón se acelera de impotencia y mi alma se deshace en indignación.

Pero reúno fuerzas y escribo, escribo porque hoy me hiciste recordar Génesis, me hiciste recordar tres momentos de mi vida.

Me hiciste recordar ese juego de fútbol entre panas, hombres y mujeres. Cumplía años un gran amigo en común y ahí nos reunimos, en medio de una cancha, caída ya una noche de septiembre, por más de dos horas a jugar, a disfrutar la vida, a reír y bromear sobre todo, y tú Génesis, tú estabas ahí, incluso recuerdo que hasta un gol marcaste, y sé que en ese instante fuiste feliz.

También me hiciste recordar ese domingo por la tarde, uno más de esos que he pasado todo el día en mi casa, cuando otro gran amigo nuestro me llamó para decirme que me llevaría una película, tenía días prometiéndomela, era "Watchmen" por cierto. Eran cerca de las seis de la tarde cuando salí a su encuentro en la calle que da frente a mi casa, iba en un carro rojo, pero no iba solo, pues iban todos los asientos ocupados, y hasta apretados se veían, pero si algo recuerdo es una cosa, iban todos felices, con una sonrisa sincera cada uno, disfrutando aquella tarde de domingo tranquila y fresca, un simple pero gran placer, y tú Génesis, tú estabas ahí, y sé que en ese instante también fuiste feliz.

Pero sobre todo me hiciste recordar Génesis, el día en que te conocí, y te sorprenderás de que por azares del destino hasta la fecha recuerdo, fue el domingo 2 de enero del año 2011. Éramos un grupo grande, dispuestos a aprovechar ese primer domingo del año en la playa, pero no en cualquiera, por eso nos levantamos temprano y nos pusimos en camino, en varios carros y en caravana, pues el destino final era el gran Cayo Sombrero en el Parque Morrocoy, orgullo de nuestra gran Venezuela. Entre varias paradas y el tráfico llegamos finalmente a eso de las once de la mañana, colocamos todo en su sitio y nos dispusimos a disfrutar de aquel paraíso caribeño. Algunos se lanzaron al mar inmediatamente, otros sacaban fotos y otros se preocupaban ya por la comida y las bebidas, cuando al poco tiempo, no habrían pasado ni dos horas, comenzó a pegar una brisa que levantó toldos y sombrillas en la isla, y luego comenzó a llover, de una manera que picaba, con el agua cayendo de una forma casi horizontal y la arena levantándose bruscamente. Tuvimos que llamar al peñero antes de tiempo e irnos de la isla, lo recuerdo porque fui yo el que llamó, y porque bueno, nunca había durado tan poco tiempo en una playa. De regreso ya, la última parada fue por unas cocadas en Agua Salobre, antes de emprender el regreso a casa, y recuerdo Génesis, y esto francamente me impresiona hoy, una imagen, tú en el carro de adelante, recibiendo una cocada, porque tú estabas ahí, y sin siquiera haber cruzado contigo una palabra aquel buen día hoy puedo apostar a que en ese instante, sí, fuiste feliz.

Discúlpame que recuerde tanto Génesis, pero todo esto, todas estas imágenes que dan vueltas en mi cabeza son fotografías idílicas que nunca olvidaré, y solo hice mención a ellas para recordarte que estuviste ahí, en momentos felices de mi vida y la de muchos, y particularmente debo decirte que fue un honor. Me quedaré con esas tres imágenes y te recordaré así, como una mujer feliz, no puedo hacerlo de otra manera con alguien tan alegre y positiva para este mundo y que se nos va de una manera tan siniestra... y tengo fe Génesis Carmona, tengo fe de que el universo y la Providencia pondrán las cosas en su justo lugar.


Con sinceridad, desde el corazón de un conocido de la vida

Hamid

lunes, 3 de febrero de 2014

Realidades

Buscaba realidades, era adicto a ellas. Por ello conservaba en su casa montones incontables de cualquier tipo de prensa que hablase de sucesos. Revistas y periódicos, diarios y semanarios, libros  y suplementos, todos apilados unos sobre otros en un orden totalmente aleatorio y eventual, o más bien cabría decir en un desorden espacial con lógica temporal, pues tal y como habían llegado esas hojas de papel a sus manos y ojos terminaban disponiéndose en algún oscuro rincón luego de las frenéticas y excitantes lecturas, porque no, no podía siquiera concebir la idea de deshacerse de ellas, no, no se puede mandar a la basura semejante realidad con tanta ligereza. Debía conservarla, debía ser su guardián, y no era algo que creía, era algo que simplemente sabía.

Gregorio Mujica era un hombre entrado ya en sus cuarenta, vivía solo, en una acomodada pero antigua (o viceversa si prefieren) urbanización donde quedaba la vieja casa que había heredado de sus abuelos paternos, y nada amaba más hacer en sus días y horas fuera de los tribunales de la ciudad que leer, acumular, releer y custodiar primero cientos y luego miles de noticias de sucesos recortadas o encajadas en los más diversos medios impresos de la región y el país. 

Así, pasaba noches y madrugadas enteras paseando sus ávidos ojos entre víctimas y presuntos homicidas (porque uno nunca sabe, solía decirse en silencio), entre corruptos y filántropos, entre culpables e inocentes, pero sobre todo, como a Gregorio le gustaba llamarles, entre realidades.