El consumo, en cualquiera de sus acepciones, más allá de sociedades y culturas, forma parte de manera consciente o inconsciente, de la compleja naturaleza humana. Sin embargo, muchas veces el mismo, pierde su esencia natural para convertirse en un arma que se esgrime no ya para cubrir una necesidad física y real, sino algo más subjetivo e intangible. En este punto, delgada es la línea que puede empujar esta reflexión hacia un debate ya no sobre la mente humana sino hacia el campo de las ideologías políticas, así que de antemano hago una advertencia, no existe la intención hoy de invitar a la política, y no es nada personal.
Lo que ahora pretendo desnudar, es una verdad que a veces he tratado de no ver, a pesar de que la lógica grita y se desespera, en un intento de tener mi atención. Es lo que se refiere al consumo, no como actividad necesaria, sino más bien como actividad mecánica y autómata, que luego me intriga y sorprende, pues me resulta difícil entender como he adquirido o comprado algo sin estar seguro de ello, olvidando toda necesidad o razonamiento, dejándome llevar por el ocio y la pereza. Me refiero concretamente a esos momentos posteriores a una compra (pueden ser 32 segundos, 108 días o 3 años) en los que he cuestionado mi decisión, y no creo haber sido el único, encontrándome ante el siguiente acto rápidamente, el de encontrar en mi alma la razón, si es que la hubo, para al menos aprender del episodio.
No he concluido y ya soy consciente de la poca claridad y precisión de estas líneas, pero lamentablemente muchos pensamientos son así, opacos ante la luz del mundo y diáfanos en la oscuridad del alma, pues se sabe que están ahí, de eso no tengo duda.
Volviendo al consumo, me tomo la libertad de enunciar una pregunta: ¿Has sentido alguna vez la insatisfacción luego de una comida rápida en la calle respecto a la utilidad y bienestar que esperabas?, por supuesto no se tu respuesta, pero yo si puedo decir que continuamente he cuestionado mi decisión de comer algo poco sano y que en realidad no me devenga un placer gustativo extraordinario, y a pesar de eso, lo sigo haciendo. Es ello entonces lo que me lleva a cuestionar el origen de mis necesidades como ser humano, pues si las razones no son físicas y lógicas temo que sean mentales y psicológicas, viéndome en la imposibilidad de definir lo que mi cuerpo y alma necesitan verdaderamente.
¿Has comprado demasiada comida que luego no has podido humanamente comer? ¿Has comprado ropas que nunca has usado? ¿Has comprado libros que aún no has hojeado? ¿Has buscado comprar lo que ves en la realidad y no lo que ves en tu alma?.. Son éstas preguntas que igual me trato de hacer constantemente, porque la abundancia y lo material tienden a engañar fácilmente al corazón humano, y "no digo con esto que no haya que tener todo", "digo que todo lo que tengamos no debe ser más que el estado de conciencia donde sabemos que lo que nos llevamos y lo que dejamos en éste mundo no se puede tocar con las manos".
Lo que ahora pretendo desnudar, es una verdad que a veces he tratado de no ver, a pesar de que la lógica grita y se desespera, en un intento de tener mi atención. Es lo que se refiere al consumo, no como actividad necesaria, sino más bien como actividad mecánica y autómata, que luego me intriga y sorprende, pues me resulta difícil entender como he adquirido o comprado algo sin estar seguro de ello, olvidando toda necesidad o razonamiento, dejándome llevar por el ocio y la pereza. Me refiero concretamente a esos momentos posteriores a una compra (pueden ser 32 segundos, 108 días o 3 años) en los que he cuestionado mi decisión, y no creo haber sido el único, encontrándome ante el siguiente acto rápidamente, el de encontrar en mi alma la razón, si es que la hubo, para al menos aprender del episodio.
No he concluido y ya soy consciente de la poca claridad y precisión de estas líneas, pero lamentablemente muchos pensamientos son así, opacos ante la luz del mundo y diáfanos en la oscuridad del alma, pues se sabe que están ahí, de eso no tengo duda.
Volviendo al consumo, me tomo la libertad de enunciar una pregunta: ¿Has sentido alguna vez la insatisfacción luego de una comida rápida en la calle respecto a la utilidad y bienestar que esperabas?, por supuesto no se tu respuesta, pero yo si puedo decir que continuamente he cuestionado mi decisión de comer algo poco sano y que en realidad no me devenga un placer gustativo extraordinario, y a pesar de eso, lo sigo haciendo. Es ello entonces lo que me lleva a cuestionar el origen de mis necesidades como ser humano, pues si las razones no son físicas y lógicas temo que sean mentales y psicológicas, viéndome en la imposibilidad de definir lo que mi cuerpo y alma necesitan verdaderamente.
¿Has comprado demasiada comida que luego no has podido humanamente comer? ¿Has comprado ropas que nunca has usado? ¿Has comprado libros que aún no has hojeado? ¿Has buscado comprar lo que ves en la realidad y no lo que ves en tu alma?.. Son éstas preguntas que igual me trato de hacer constantemente, porque la abundancia y lo material tienden a engañar fácilmente al corazón humano, y "no digo con esto que no haya que tener todo", "digo que todo lo que tengamos no debe ser más que el estado de conciencia donde sabemos que lo que nos llevamos y lo que dejamos en éste mundo no se puede tocar con las manos".