Sueles escribir para intentar atrapar una idea, una idea que revolotea intranquila a tu alrededor, sin dejarte espacio para pensar en otra cosa, y sin darte aire para intentar comprenderla, aun cuando comprendes su desesperación incorporea, que no descansa en realidad, porque ni el tiempo ni es espacio son parte de su esencia. Y sabes que has utilizado una y otra vez las mismas palabras para expresar algo cuya definición no encuentras, y quizás ni siquiera te has asomado a comprender, pero en la terquedad de un corazón cegado has confiado, más allá del camino espinado, y aunque lo que dices no es comprendido ni por tí mismo, te empeñas aun en decirlo y en creer que sinceramente crees en ello, cuando tu sabes que hay algo más, o al menos has creído alguna vez saberlo.
Sueles escribir para disfrazar a tu antojo personajes de tu propia alma, famosos o anónimos, que sólo a través de tu pluma se atreven a hablar, pues la vergüenza de sus vicios y deseos los cohiben de andar por ahí libremente, ante el mundo desnudos, como el pensamiento los trajo al mundo. Y en el papel los has dejado ser, aunque a veces te molestes con ellos, pero al fin y al cabo quiérelos, porque son parte de tí.
Y recuerdo que algunas veces solías escribir para complacer tu plástica vanidad, pero entonces fue cuando comprendiste que no había nada que complacer, sino vacíos que llenar, que no se ahogarían con palabras ni tiempo muerto, más si con ideas aun por definir, ideas aun por atrapar, ideas que casualmente son como las que en este momento siguen silbando agudamente en mi oído, pero que yo, humildemente, aun no he comprendido.
Sueles escribir para disfrazar a tu antojo personajes de tu propia alma, famosos o anónimos, que sólo a través de tu pluma se atreven a hablar, pues la vergüenza de sus vicios y deseos los cohiben de andar por ahí libremente, ante el mundo desnudos, como el pensamiento los trajo al mundo. Y en el papel los has dejado ser, aunque a veces te molestes con ellos, pero al fin y al cabo quiérelos, porque son parte de tí.
Y recuerdo que algunas veces solías escribir para complacer tu plástica vanidad, pero entonces fue cuando comprendiste que no había nada que complacer, sino vacíos que llenar, que no se ahogarían con palabras ni tiempo muerto, más si con ideas aun por definir, ideas aun por atrapar, ideas que casualmente son como las que en este momento siguen silbando agudamente en mi oído, pero que yo, humildemente, aun no he comprendido.