sábado, 25 de enero de 2014

Siempre es hoy

Despertó con el sol en la cara, de la misma manera que lo había venido haciendo en los últimos días, o valdría mejor decir en los últimos meses, desde aquel día en el que vagando por el mar había encontrado ese lugar, escondido entre la costa, entre piedras gigantes, de millones de años imaginaba, escoltando a ese mágico y fantástico espacio, en medio del mundo, a la orilla del mar, ese mar que al final es uno solo, único y profundo, sabio y legendario.

No hay mejor manera de despertar que hacerlo ante la cálida y fresca presencia del mar, o al menos eso pensaba Patricia en ese momento, en ese lugar, como le gustaba decir: "ahora y aquí", "ahora y aquí soy feliz" se había dicho más de una vez en los últimos tiempos, algo que consideraba una buena y sincera filosofía, sincera sobre todo. Pensaba en muchas cosas, y en ninguna a la vez, pues con el mar ante ella todo parecía efímero, ligero, con aquel viento que llegaba desde el corazón de los océanos, y nada era entonces tan grande como para no poderse lograr, o tan pequeño como para poderse con desdén ignorar.

¿Qué es la libertad sino saber vivir el aquí y el ahora?, pues no hay nada más aparte de ello en un instante, en un simple y sencillo instante que se extingue solo de una manera: siendo vivido, porque es a través de la vivencia que se interpreta realmente, ni por cuentos ni por historias, sino por las propias vivencias que llegan con los días, con las horas y con la vida misma.

Patricia nunca olvidaría aquel día en especial, bañada de sol, ahumada de mar, con las manos enterradas en la arena por las olas moribundas, al igual que sus tobillos, posados en dos pequeñas montañitas que no duran mucho, pero que ciertamente duraron lo que tenían que durar, un instante, un momento, pero uno de esos que por su grandeza dio paso a algo más grande, la eternidad.