Han sido muchas librerías las visitadas por K hoy, y en ninguna ha hallado "El extranjero" de Camus. No es que lo esté buscando, hace años lo leyó y hace años también reposa en algún lugar de un viejo armario dentro de su pequeño cuarto, el punto es que en más de 20 grandes librerías de la señorial ciudad de V no consiguió K "El extranjero" de Camus. Sencillamente inaceptable.
"¿Qué está leyendo toda esta gente entonces?" se preguntaba K en una silenciosa pero ardiente rabia al salir de la última librería que visitó, donde el dependiente le acotó que si bien no tenían "El extranjero" de Camus podía ofrecerle la última edición de "Movimientos migratorios en la República de P". "Esto está fuera de control" se respondió K desanimadamente.
Había oscurecido ya, y K caminaba derrotado en dirección a su cuarto en la calle 42, su misión había fracasado, aunque no por eso dejaba K de mirar. Si algo tenía K era eso, amaba contemplar e intentar captar todo lo que pudiera en su entorno, más allá del mismo. Las calles de V eran una pena, grises y opacas, carentes de vida y de ritmo, con su gente triste y seca mirando al suelo, yendo con prisa, sin disfrutar el instante, sin curiosidad, sin encanto.
"Sin curiosidad, sin encanto" resonó como un eco... y entonces K entendió.
¿Cómo podía hallar "El extranjero" de Camus en una librería de V si sus calles estaban desalmadas? No hubiera sido coherente, tenía perfecto sentido la fallida aventura literaria de aquel día... y recordó además en ese momento otro detalle: no había sido Camus el único ausente, ni Cortázar, Huxley, Dostoieveski, Sagan o Zweig habían aparecido de casualidad en su búsqueda, sólo por nombrar algunos.
K siguió con su vista levantada, a pesar de que nadie en las calles de V le correspondiera con la mirada, y cosa rara, no se sentía tan mal ahora que entendía de qué se trataba todo, ni rabioso ni agobiado por la derrota. Quizás K se sintiera un poco extranjero de todo aquello y por eso su calma ahora, y quizás en su fuero interno era feliz de poseer todavía "curiosidad y encanto" en su alma, o quizá lo anterior no es más que dos "quizás".
Llegó finalmente K a la calle 42, y pronto se encontró subiendo con ansiedad por las escaleras malolientes del "Turpial 63", edificio que albergaba a su pequeño cuarto. Ya entre sus familiares y mohosas paredes K buscó casi con desesperación su vieja edición de "El Extranjero" entre sus ropas y diversos objetos guardados en el armario, y lo encontró.
Abrió maquinalmente la obra de Camus y leyó:
"Hoy mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé. He recibido un telegrama del asilo: <<Madre fallecida. Entierro mañana. Sentido pésame>>. Nada quiere decir. Tal vez fue ayer".
Y K se sintió a salvo.