No diré nada nuevo si digo que en los últimos días nuestro país, Venezuela, ha vivido intensamente un cambio profundo en lo que a leyes se refiere, al menos sobre el papel, pues aún no hemos sido testigos de su verdadero efecto. Y a muchos duele, aunque a otros alegre y emocione, porque se siente en las instituciones afectadas que se pierde algo, un algo quizás no definible en una sola y absoluta palabra, porque resulta que es demasiado.
Mi perspectiva es la de un estudiante venezolano, como muchos lo son por estos días, y sin querer, de una manera inevitable, siento el dolor de la lanza que hiere a las Universidades públicas venezolanas, porque en una universidad pública he crecido, me he equivocado y he aprendido. Por lo tanto, lealtad a la institución universitaria es un mínimo deber.
Ahora bien, es cierto que existen dentro de la universidades públicas múltiples vicios sin los cuales éstas estarían mejor (me atrevo respetuosamente a decirlo, y no generalizo), pero la solución ciertamente no está en tergiversar la verdadera esencia de la universidad. Particularmente, me gusta escuchar a los profesores de mi universidad cuando hablan de los problemas de esta y del mismo país, porque nadie puede negar el vivo ejemplo que representan ellos del deterioro y descuido de las universidades, en lo cual gran parte de la culpa la tiene el Estado.
Entonces, ¿cuál ha sido la solución?: el Estado ha decidido entrar paulatinamente en las universidades venezolanas para "sanear" un problema que el mismo ha creado, lo cual contradice un poco mi lógica. Ojalá las leyes fuesen tan bonitas en la realidad como lo son en el papel, pues las reglas estarían claras y al menos sabriamos verdaderamente a que atenernos. Pero lo cierto es, que como estudiante o como venezolano, no estoy plenamente consciente de que he de esperar mañana.
Ante tanta zozobra, todos los venezolanos (no ya estudiantes, profesionales, amas de casa, buhoneros o jubilados) debemos luchar contra una inconsciencia histórica para crear dentro de nosotros un verdadero y objetivo sano juicio que nos permita ver lo que realmente ocurre en nuestro país (y no sólo porque nos afecta o no), y así exigir vehementemente un país mejor a cualquier gobierno.
Lo que hacen hoy los estudiantes es muy positivo para construir una verdadera democracia, y me enorgullece, más allá de los resultados, pero el verdadero camino está en que queramos ser mejores cada día no sólo por nosotros mismos, sino por todos a nuestro alrededor, es decir, por Venezuela, y por los que luego vendrán, porque aunque la situación hoy por hoy no es la más idónea, estoy seguro de que tenemos mucho que aprender de ella. Aprendamos hoy, para no equivocarnos mañana. ¡Fuerza Venezuela!.
Algunas palabras de un estudiante de Economía, Universidad de Carabobo.
Mi perspectiva es la de un estudiante venezolano, como muchos lo son por estos días, y sin querer, de una manera inevitable, siento el dolor de la lanza que hiere a las Universidades públicas venezolanas, porque en una universidad pública he crecido, me he equivocado y he aprendido. Por lo tanto, lealtad a la institución universitaria es un mínimo deber.
Ahora bien, es cierto que existen dentro de la universidades públicas múltiples vicios sin los cuales éstas estarían mejor (me atrevo respetuosamente a decirlo, y no generalizo), pero la solución ciertamente no está en tergiversar la verdadera esencia de la universidad. Particularmente, me gusta escuchar a los profesores de mi universidad cuando hablan de los problemas de esta y del mismo país, porque nadie puede negar el vivo ejemplo que representan ellos del deterioro y descuido de las universidades, en lo cual gran parte de la culpa la tiene el Estado.
Entonces, ¿cuál ha sido la solución?: el Estado ha decidido entrar paulatinamente en las universidades venezolanas para "sanear" un problema que el mismo ha creado, lo cual contradice un poco mi lógica. Ojalá las leyes fuesen tan bonitas en la realidad como lo son en el papel, pues las reglas estarían claras y al menos sabriamos verdaderamente a que atenernos. Pero lo cierto es, que como estudiante o como venezolano, no estoy plenamente consciente de que he de esperar mañana.
Ante tanta zozobra, todos los venezolanos (no ya estudiantes, profesionales, amas de casa, buhoneros o jubilados) debemos luchar contra una inconsciencia histórica para crear dentro de nosotros un verdadero y objetivo sano juicio que nos permita ver lo que realmente ocurre en nuestro país (y no sólo porque nos afecta o no), y así exigir vehementemente un país mejor a cualquier gobierno.
Lo que hacen hoy los estudiantes es muy positivo para construir una verdadera democracia, y me enorgullece, más allá de los resultados, pero el verdadero camino está en que queramos ser mejores cada día no sólo por nosotros mismos, sino por todos a nuestro alrededor, es decir, por Venezuela, y por los que luego vendrán, porque aunque la situación hoy por hoy no es la más idónea, estoy seguro de que tenemos mucho que aprender de ella. Aprendamos hoy, para no equivocarnos mañana. ¡Fuerza Venezuela!.
Algunas palabras de un estudiante de Economía, Universidad de Carabobo.