Se escucha una música animada en la casa de al lado, un jueves en la noche, no se si es en vivo o es un disco, probablemente sea un disco, porque quien canta saluda a su público en inglés. No escucho a nadie tarareando las canciones, sólo el murmullo de animadas conversaciones, entre sonidos de copas y risas fingidas (lo siento, así se me presentó la primera risa que escuché), una voz femenina grita ¡Dale volumen! ante el comienzo de una cancción de moda, pero a decir verdad, hablando claro, en la cruda realidad ¿Quién soy yo para juzgar si rien falsamente o no?... ¿No seré yo más bien alguien dolido por no estar en esa fiesta? Lo digo porque me he prometido ser sincero conmigo mismo siempre, aunque no siempre sea posible (el alma humana goza aveces jugando el papel de víctima), y esa sinceridad es un atributo que nos llevará por caminos que verdaderamente queremos, que verdaderamente sentimos como nuestros, porque habremos hablado entonces con el corazón en la mano, y no con un plano de interéses bien estructurados. La fiesta se anima al parecer, sólo anhelo que la pasen bien sinceramente, sin caretas ni antifaces.
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