No he escuchado una palabra,
y ya estoy aturdido,
pues en la quietud de la oscuridad,
tus latidos delatan tu perversidad.
Te oigo venir, sigiloso y desentendido,
de la realidad mundana y de los convencionalismos lingüísticos,
porque tu nombre es formal,
sólo para explicar tu naturaleza surreal.
No es cuestión de experiencia,
mucho menos de fe,
pero a veces tu presencia,
sencillamente me desorienta,
y no sé donde estoy,
ni me preguntes hacia donde voy,
porque bien sabes la respuesta,
que natural e ingenua,
se delata con mi pasión inexperta.
Sé bien que quisieras torturarme,
pero eso quisieras si me despreciaras,
porque tu mística naturaleza,
no posee en realidad pies ni cabeza,
dejando abierta la posibilidad,
a la más sutil relatividad.
En ti he conocido sentimientos,
y en ti he encontrado verdades,
por imposición de la vida,
o por azares del destino,
más lo cierto es que a lo largo del camino,
todo acaba siendo relativo.
Te contemplo y aprendo,
porque en ti me veo a mi mismo,
y el universo que encuentro,
acaba por ser infinito,
no siendo ello un problema o dilema,
al contrario, es un alivio,
pues saber que nunca estaré satisfecho,
me hará siempre volver a tu lado a preguntarte,
a absorber tu sabiduría,
eterna y bendita.
Y después de todo,
probablemente mis días terminen junto a ti,
y entonces no estaré sólo, no,
me acompañará “El Silencio”.