lunes, 1 de noviembre de 2010

El Santo Grial

Me dejo llevar, sin dejar de pensar,

dispuesto a encontrar lo que algunos llaman verdad,

y que otros se jactan de haber encontrado,

porque dicen de ellas que las hay por todos lados,

hermosas, ocultas, y hasta absolutas o turbias,

pero que se hunden y emergen en mi alma como jóvenes peces en el mar,

sin saber si crecerán o morirán.


Las nubes pasan, flotando inconscientes,

de lo que hace la gente,

en virtud de una idea, o pretendiendo tenerla,

y el viento se cuela, entre palabras ligeras o voces sinceras,

mientras el universo contempla, en mudo silencio,

lo absurdo y lo noble,

sin ponerle un nombre,

sólo buscándole el sitio que le corresponde.


Y efímera es la palabra,

que no se transforma en realidad,

que no siembra al morir un verdadero sentimiento,

porque será dicha sin necesidad,

sólo para engañar y confundir a quien aun no tiene nada por decir.


Ya me he perdido, de tanto pensar,

en si existe o no la tal verdad,

nutrida de voces que vienen y van,

gritando y mirando, con tono insultante,

y no carentes de amor propio,

a veces perennes, otras sólo elocuentes.


Por eso me siento a un lado del camino,

harto de voces y cansado del viaje,

y es cuando las hojas que caen y siempre han caído,

muertas y olvidadas,

susurran lo que el viento no pudo decir,

y se humedecen con las lágrimas que el cielo no pudo contener,

ante la triste escena de ver al mundo caer,

un mundo supuestamente consciente de la verdad,

pero aun así, me levanto y sigo,

pues los susurros y lágrimas anónimos son hoy un impulso constante,

y no me cansaré de caminar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario