domingo, 12 de junio de 2011

Mundo en Movimiento

Descansaba del ejercicio en una isla, de esas en medio de una avenida, ya saben, donde están fijos en la tierra aquellas estructuras metálicas para ejercitarse físicamente: abdominales, paralelas, barras, flexiones... como quieran llamarlo, pero yo sólo descansaba, con una respiración un poco cansada, pero no acelerada, con la vista perdida y desenfocada, absorta la mente en no sé que pensamientos, ya ni recuerdo. Sólo recuerdo que entonces ví, de casualidad, como pasaba un reluciente carro azul oscuro frente a mí, a través de la avenida por supuesto. No ví quien manejaba, pero no viene al caso, porque lo que ví fue más que eso, al menos una lección, después de una breve reflexión.

Ví una niña, de no más de tres años de edad, asomada en la ventana del piloto, sonriendo al mundo, a ese mundo en movimiento desde el automóvil, donde de pequeño quizás no sabes si te mueves tú o se mueve el mundo, porque simplemente eres demasiado feliz e ingenuo para pensar en eso. Su mirada me encontró, y su sonrisa me alegró, porque en parte recordé lo feliz que de niño se es, pero por otro lado también me percaté de cierta inmadurez de la adultez.

¿Por qué inmadurez?... Pues porque simplemente muchas veces no puedo ser como aquella pequeña niña que se asombra ante el mundo en movimiento, y por el contrario elijo preocuparme por los movimientos del mundo incluso antes de que sean hechos, pero claro, no es que pretenda ser un perfecto ingenuo, no, no se trata de eso. Se trata de que en la medida en que elejimos preocuparnos (y en este sentido "hay muchas cosas por las que vale la pena y debemos preocuparnos") lo hacemos progresivamente de una manera tal en que llega un punto donde todo movimiento del mundo ha de ser necesariamente un problema, y ya sólo estamos al acecho, predispuestos a disparar sin pensar, pero lo más triste del caso es que se trata de algo que la perversa "costumbre" se encarga de disfrazar muy bien, haciéndonos creer cómodos y sabios.

Ver al mundo en movimiento es estar dispuesto a crecer y a alegrar el propio o ajeno día simplemente porque esperamos lo mejor de la vida propia y ajena, a pesar de que somos conscientes de la maldad y la vileza, también propias y ajenas, sin saber que toca después, pero con la certeza de lo que hoy toca hacer. Y es que si existimos como humanos, existimos para triunfar y errar, para encontrar y perder, para nacer y morir, y es mejor hacerlo con buena fe, pues la alegría y la buena energía nos sentaran mejor, o al menos eso fue lo que aquella niña desconocida me transmitió.

No quiero ser niño otra vez, porque ello es no saber valorar la vida en sus justos tiempos y espacios, pero sinceramente no quiero olvidar lo que de niño aprendí ni lo que hoy aprendo, porque entonces cuando tenga cincuenta años, no sabré ver al mundo en movimiento.

3 comentarios:

  1. Estoy dándole utilidad a mi insomnio de hoy: leyendo. Y en tu post encuentro trazos de algunos de mis pensamientos relativos al olvido de ese mundo en movimiento. Recuerdo que de niña todo para mí era un pequeño milagro, los aromas, los sabores, las texturas.Las sonrisas eran tan fáciles. Y si, esa predisposición, esa incertidumbre hacia lo malo, ha desdibujado ese mundo de sensaciones cinético, lúcido y sobre todo libre. También yo tengo que aprender de esa niña.
    Me gustó el recurso que utilizaste para narrar,la introducción que hiciste es muy descriptiva ;)

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  2. Una buena forma de saber que encontraré en los sueños de hoy movimientos y sonrisas. Cambiando al maestro Cortázar por las palabras que en tu blog nos regalas. Gracias por esto, gracias por las palabras.

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  3. Un honor en verdad sus comentarios, confieso que no los había leído hasta hoy. Lo importante es que finalmente llegaron... ¡Gracias!

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