sábado, 9 de mayo de 2015

Sin táctica ni estrategia

A Ligia y a Miguel.

Ligia Margarita de los Dolores escribe, como puede, su respuesta, entre ansiedad y pasión contenida, entre disimulo y algo de cordura también, porque tampoco quiere mostrar demasiado, tampoco quiere parecer "una cualquiera" o "una regalada", no, ella no va a ser una más. Y ya bastante está haciendo mientras plasma con la pluma de tinta azul su respuesta en el blanco papel.

Entretanto, Miguel Enrique no se aguanta, y no han pasado más de quince minutos desde que regresó de la oficina de correos del pueblo de turno en sus viajes cuando se vuelve a sentar acompañado de la tinta negra y el amarillento papel para de nuevo comenzar una declaración sin barreras ni cohibiciones a su amada, ella, la única, la más deseada por su alma, intocable en la distancia, pero palpable todas las noches en sus febriles sueños; ella, la dama de sus pensamientos, Ligia Margarita de los Dolores.

Miguel ama con locura, y lo sabe, y en sus misivas se esfuerza al máximo por demostrarlo, sin que nada se le escape, ni el más mínimo pensamiento o deseo, porque no quiere que Ligia deje de saber por ninguna circunstancia lo mucho que la piensa él, no, de ninguna manera, y que en casa de Ligia digan lo que quieran de él, de "ese gallito flaco que se la pasa escribiéndole a Ligita", no importa, en algo está claro Miguel Enrique: nunca podrá reprocharse a sí mismo no haberlo dado todo en ese amor, con locura y pasión revueltas, sin distinción.

Aunque a veces Miguel Enrique duda... las respuestas de Ligia Margarita de los Dolores a sus misivas de amor no son siempre las más alentadoras y correspondidas. De hecho, casi nunca lo son. Mas trata Miguel de que eso no lo desanime, y se dice a sí mismo: "está respondiendo, ya eso dice mucho". Pero eventualmente no puede evitar hacerse la pregunta que lo tortura cuando su ánimo y amor propio se agotan: "¿escribe Ligia sus respuestas con estrategia o con total sinceridad?" es difícil de saber, pero la duda desespera, y más aún en la distancia.

No se creía Miguel capaz de hacer mucho ante esta penosa incertidumbre hasta que una tarde de domingo regresando de la iglesia a su hotel en el pueblo de turno tuvo una idea: destilar su amor. Sí, sonaba extraño, pero fueron esas las palabras exactas que se le ocurrieron en ese momento a Miguel Enrique a través de las cálidas calles del pueblo de turno al caer aquella tarde de domingo (quizás porque exactamente pasaba al frente de una cervecería local): "destilar mi amor"... y luego se dijo en voz alta "destilaré mi amor por Ligia".

Aquel domingo en la noche Miguel comenzó a destilar su amor en una pequeña libreta naranja sin usar que guardaba como repuesto para cuando se le acabase la del trabajo, y sintió desde aquel instante que su alma se purificaba a través de las palabras, destilándose sus sentimientos hasta el último fragmento... he aquí la primera página...

Puede que te ame
igual no te darás cuenta
distraída, indiferente
dejándome sin respuesta

puede que te desee
en mis pensamientos silenciosos
tímidos y complicados
estériles y fantásticos

puede que te sueñe
en las noches calientes
clara o difusamente
no dejándome dormir

y todo esto es
sin táctica ni estrategia
sin un plan de conquista
pero sí con ganas sinceras
de ti

amarte quisiera yo
aunque tú ni lo pienses
confiarte mis miedos
y empaparte de mis esperanzas

desearte quisiera yo
en mis noches y en mis días
inundando mis pensamientos
de tu pasión y tu locura

soñarte quisiera yo
en el descanso y en la vigilia
con el viento y el mar
acompañando a tu voz

pero lo cierto es que te amo
aunque no quieras darte cuenta
distraída, indiferente
dejándome sin respuesta

lo cierto es que te deseo
en cuerpo y pensamiento
anhelando el secreto
que tus labios esconden

y lo otro cierto es que te sueño
en las noches frías y calientes
despierto o durmiendo
de cualquier manera
eres la dueña de mis sueños

ahí estás
distraída e indiferente
dueña de mis sueños
de mis deseos
de mi amor

y yo, aquí estoy
desnudando mi alma
destilando mi amor
ofreciéndote mi corazón
sin táctica ni estrategia

Las misivas de amor siguieron... la semana siguiente a ese domingo Miguel Enrique envió cinco misivas, una por cada día de la semana en la que trabajaba la oficina de correos del pueblo de turno, y extrañamente se sintió progresivamente embriagado de una confianza y un amor propio que lo hacían angustiarse menos, pensar menos sus palabras y sobre todo, amar con más intensidad a Ligia Margarita de los Dolores.

El sábado, en la carretera, de camino a otro pueblo de turno y mientras sonaba en la radio la voz de una apasionada y elegante Eydie Gormé que hacía a Miguel Enrique deambular soñador por la letra y música de "Sabor a mí" se dio cuenta, de repente, de lo que implicaba "destilar su amor"... "destilar su amor" era sacar de sí lo que todavía no se atrevía a decirle a Ligia Margarita de los Dolores, y entendió a la vez que aún no había hecho saber a su amada toda la pasión y locura revueltas que inundaban su corazón, y sonrió, sí, sonrió, sonrió porque destilar su amor le había dado la hermosa revelación de que cuando se ama sin táctica ni estrategia no hay nada que pueda lamentarse, ni hoy, ni mañana, nunca. Y sabía, por alguna razón lo sabía, que algún día entregaría a Ligia Margarita de los Dolores aquella libreta naranja destiladora de su amor.

Ligia Margarita de los Dolores anhela con fervor todos los días y a cada instante una misiva de "su gallito flaco", y sueña, dormida y despierta, con él, con Miguel Enrique, aún y cuando luego de recibir cada dichosa misiva con una emoción infinita se siente a responder en su escritorio con su tinta azul y blanco papel  pensando como la mayor estratega que el amor conoció jamás.


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